El fútbol mueve pasiones y eso nadie lo duda, pero esas pasiones pueden llegar a extremos descontrolados, donde la violencia, el enfrentamiento a puños, objetos cortantes e incluso uso de armas de fuego, desencadenandose sucesos funestos a partir del resultado de un partido.
“Barras”, se les dice en Sudamérica a los grupos de seguidores que van a los estadios a animar a sus clubes de fútbol, en particular cuando se trata de un gran clásico. Pero algunas veces y sobre todo entre los seguidores de ciertos clubes, los ánimos se exaltan por un resultado, un gol, incluso una falta en el campo y termina en encontronazos… y muerte. Es por ello que, en la sencillez propia del lenguaje coloquial, se les denomina “Barras Bravas” a los grupos que actúan de esa forma. En Inglaterra les llaman Hooligans.
La muerte arrojó su sombra sobre el estadio
Así informaba el narrador, consternado, los hechos de 1985 cuando en una final entre los equipos ingleses Juventus y Liverpool, 39 fanáticos fallecieron por un encontronazo entre Hooligans.
Los incidentes mortales, tanto en América como en Europa, llegan a extremos delirantes. Fanáticos han lanzado a otros desde edificios, apuñalados, tiroteados y por supuesto, palizas por montones luego de un partido disputado, sobre todo si se trata de una final.
¿Qué explica la violencia detrás de Hooligans y barras bravas?
Es difícil llegar a un único factor que lo explique. El comportamiento de los hooligans parece ir ligado a un factor de “liberación”, normalmente no son criminales reales fuera de los días de esos grandes partidos. De hecho, entre los hooligans hay profesores, investigadores, gente que por fanatismo con sus equipos se transforma. En América, las barras bravas sí están conformadas mayormente por jóvenes u hombres en edad activa con un perfil más liberal.
Entre hooligans no hay barreras raciales o discriminación
Es un factor que quizás explica el crecimiento y mantenimiento en el tiempo de estos grupos violentos. Para nadie es un secreto que en Inglaterra aún hay racismo dentro de su sociedad. Jóvenes de color, inmigrantes sobre todo, pueden ser rechazados por un grupo de chicos blancos en la playa, pero si en un partido resulta que siguen al mismo club, podrían terminar peleando juntos contra los rivales y en la próxima salida a la playa el chico de color estará allí, junto a ellos, como uno más. Historias como esta se conocen por miles.
Factor social
En el lado del continente americano, la violencia en el fútbol se ha visto vinculada a elementos sociales de peso como el sicariato y la criminalidad en Colombia.
Andrés Escobar era un futbolista de 27 años, defensa colombiano de la selección y del Atlético Nacional pero un error en un partido del mundial de 1994 le costó la vida. El joven defensa falló y cometió un autogol, con ello Colombia perdió y quedó eliminado, apenas 10 días después, de vuelta en su país, grupos paramilitares lo asesinaron, se presume que por grandes apuestas que se movían.
Es uno de muchos casos de futbolistas asesinados de ese modo, incluso a lo interno, en el fútbol colombiano.
Este tipo de asesinatos no puede vincularse a la fanaticada o la pasión que sienten por sus equipos, pero sí es claro que despierta y fomenta esa actitud violenta ante el deporte rey.
Medidas contra Hooligans
La presión de la prensa y la sociedad ha hecho que las federaciones se pongan de acuerdo e impongan sanciones fuertes por hechos violentos aupados por fanáticos, desde suspender la entrada de manera indefinida de fanáticos violentos a los estadios, hasta suspender los partidos en la localidad, pero siempre continúan algunos focos en un problema que parece seguirá manchando al fútbol por algún tiempo.